Reeditamos una nota escrita por JAVIER
BACHA ACERCA DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS.
La historia de las competencias deportivas
masivas, se remonta varios siglos atrás, donde los principales ejemplos los
encontramos en la antigua Grecia.
En sus principales ciudades, tales como
Corinto, Delfos o Argólida, se organizaban eventos atléticos en honor de los
dioses, sin embargo, los más importantes eran los que se celebraban en honor
del dios Zeus en la ciudad sagrada de Olimpia, (una pequeña población en la
parte noroeste de la península del Peloponeso, a unos 300 kilómetros de Atenas)
cada cuatro años durante el verano.
Así, los Juegos Olímpicos nacieron en el
776 a.C., y durante cerca de tres mil años fueron el marco de competencias en
las que participaban atletas de todas partes de Grecia y en las cuales siempre
reinaba la paz, pues aunque existiera guerra en el momento que se efectuaban
los juegos, se imponía una tregua entre los contendientes para no interferir en
la realización de la olimpiada.
En sus primeros años, esta justa fue
realizada mediante una sola competencia: una carrera de aproximadamente 190m en
las inmediaciones de la ciudad. Pero con el paso del tiempo, los antiguos
griegos decidieron añadir más disciplinas, como las carreras de distancia, la
lucha y el pentatlón (en éste se combinaban el salto de longitud, el
lanzamiento de jabalina y disco, así como carreras de velocidad y lucha).
Personas de todos los rincones del
territorio griego asistían a ver las competencias, y se instalaban en tiendas
de campaña en los alrededores de Olimpia y la ciudad vecina Élide. Entre los
espectadores siempre podía contarse a políticos y autoridades de alto rango que
aprovechaban la ocasión para concertar alianzas entre las ciudades, o
comerciantes que vendían de todo, también a artistas y poetas que participaban
en los festejos nocturnos o actuaban en los espacios públicos; así como a
espectadores comunes que llenaban el estadio para ver las competencias.
En aquellos antiguos juegos participaban
solamente hombres libres que hablaran griego, y las mujeres, tenían
estrictamente prohibido intervenir. A tal grado existía la restricción, que
aquellas que atrevieran a contravenir esta disposición podían ser castigadas
incluso con la muerte si se les descubría en los juegos. Sin embargo había
competencias de carrera para mujeres, las más famosas eran las que se llevaban
a cabo en el estadio Olímpico en honor de la diosa Hera.
Entonces, aquellos que participaban, lo
hacían compitiendo a título individual
y no como hoy representando a un país. No se entregaban medallas;
solamente se colocaba en la cabeza del ganador una guirnalda hecha con hojas de
olivo. En todo caso, a los triunfadores se les concedía el honor de colocar una
estatua con su efigie en la mítica Olimpia. En consecuencia, la fama seguía a
los campeones olímpicos. En sus ciudades natales se erigían bustos de los
vencedores y se escribían poemas en su honor.
A su regreso, los victoriosos recibían una
bienvenida de héroes, con un desfile por las calles. También los podían
recompensar con dinero, obsequios, se les condonaba el pago de impuestos, entre
muchas otros beneficios; mientras que a los participantes que hacían trampa se
les castigaba cobrándoles una multa que servía para financiar estatuas de
bronce en honor de Zeus que se ponían en el camino al estadio Olímpico, en las
cuales se escribía el nombre del tramposo y su ofensa.
Dentro de las principales características
en las que se efectuaban aquellas olimpiadas, encontramos que antes de que
comenzaran las competencias, los atletas tenían la obligación de sacrificar un
cerdo en honor de los dioses, así como que la gran mayoría de los participantes
contendían completamente desnudos, como forma mostrar con orgullo su condición
física.
Uno de los espectáculos más célebres de los
juegos fueron las carreras de cuadrigas, es decir, carrozas tiradas por cuatro
caballos. Hay noticias de competencias en las que participaban hasta 40 carros.
Tenían que dar lo más rápido posible doce vueltas a la pista que medía
aproximadamente 1250m, sin importar las enormes cantidades de polvo que
levantaran, o las caídas y vuelcos que sufrieran.
Incluso había cocheros, llamados aurigas,
que perdieron la vida dentro de estas peligrosas competencias. Pero el más
violento de los espectáculos deportivos en aquellas olimpiadas era
indudablemente el pancracio. Esta era una lucha casi a muerte entre dos
atletas, que combinaba el boxeo y la lucha libre. En este evento se permitía
todo excepto romper dedos, sacar ojos y morder.
Pero los juegos olímpicos de la antigüedad
no sólo eran eventos atléticos. También favorecieron el desarrollo cultural al
amparar la creación humana en diversos campos como en la escultura,
arquitectura, matemáticas y poesía. Por ejemplo, destaca el Templo de Zeus en
Olimpia, diseñado por Libon, y en cuya edificación se usó un sistema de
proporciones geométricas que se basó en los planteamientos de Euclides.
Mientras que en la escultura, los juegos
inspiraron el famoso “Discóbolo” de Mirón”. En la poesía, se conocen
infinidad de odas (como las “Olímpicas” y los Epinicios”), escritas por famosos
poetas, como Píndaro y Simónides, para inmortalizar los triunfos de los atletas
en las Olimpiadas
La última olimpiada de la antigüedad, con
una larga lista de campeones, nombres y proezas, fue la del año 394 de la
era Cristiana.
Prohibidos por el emperador romano Teodosio I, por considerarlos
un espectáculo pagano, condenó a la antorcha olímpica a mantenerse apagada
durante muchos años.
No obstante, 1503 años después, gracias al
esfuerzo de un idealista francés, Pierre Frédy, Barón de Coubertin y un grupo
de soñadores, una vez más los juegos serían celebrados.
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