La anécdota es conocida: una noche de carnaval, en Cafayate, escuchó a tres mujeres que se habían detenido a cantar bagualas frente al balcón de la habitación de su hotel. Entre la vigilia y el sueño, Leda Valladares sintió un impacto que la marcaría para siempre. Había escuchado los rastros de una canción que encantaba con la sabiduría y el cansancio de siglos rodados. Entonces entendió que estaba ante un regalo de la tierra, un tributo que había que recomponer, una muestra de humanidad que se descolgaba del mundo.
Comenzaba la década de 1940 y Leda Valladares no tuvo dudas: a través de un trabajo minucioso y apasionado, empezó una titánica tarea de recuperación de ese patrimonio inmenso y amenazado por el vértigo del presente: empezó a recolectar, en el lugar de los hechos, el canto anónimo de los valles y los montes. Coplas en bagualas, vidalas y tonadas. "Creaciones expósitas y colectivas de una sabiduría original", decía ella, testimonio de un universo entre lo sagrado y la pagano, cuya riqueza no nos podía ser indiferente.
No fue la primera en hacerlo. Los cancioneros provinciales de Juan Alfonso Carrizo habían recogido y clasificado muchas de esas coplas.
Pero lo de Leda fue distinto. Se trataba de retratar una ceremonia de lo simple sin sacrificar la sensibilidad de lo humano, de detener en las cintas grabadas una cotidianidad irrepetible.
Respiración, calor y sonido, cintas destinadas algún día a ser discos.
La idea estaba impregnada de modernidad. Una modernidad que había comenzado en su Tucumán natal, con el jazz que en su juventud cantó bajo el seudónimo de Ann Key; con la literatura que circulaba en una ciudad universitaria en la que se graduó en Filosofía; con el grupo F.I.J.O.S (Folklóricos, Intuitivos, Jazzísticos, Originales y Surrealistas) del que fue parte a los 20 años; con la amistad de otros jóvenes como Adolfo Abalos, Manuel Gómez Carrillo, Enrique "Mono" Villegas, Gustavo "Cuchi" Leguizamón y Louis Blue.
Más tarde llegaría el encuentro con María Elena Walsh en Panamá, con quien se tomaría un barco rumbo a París para cantar folklore, mientras maduraba la ciclópea tarea de un Mapa Musical Argentino, que publicó entre 1960 y 1974 en una serie de discos. Ese trabajo se prolongaría en Grito en el cielo, Grito en el cielo II y América en cueros, y en un libro: Cantando las raíces (2000), en el que resume un saber adquirido en los lugares y con las gemntes de la copla. También en los bellísimos registros Folklore de rancho (1972) Folklore centenario (1974), donde ella misma canta lo que recupera, y en un disco de mediados de la década de 1960, en el que junto a músicos como Rodrigo Montero, Hugo Díaz y Rodolfo Alchourrón canta sus propias canciones, urbanas y existenciales.
El resto tiene que ver la aventura intelectual y artística de una adelantada, la que supo abrir y ayudarnos a leer el libro de la naturaleza.
Fuente: http://vos.lavoz.com.ar/folclore/leda-valladares-adelantada
Artículo escrito por: Santiago Giordano 14/07/2012
Otra gran artista, cantante y compositora que se nos fue, difundiendo nuestro folklore más profundo a lolargo y ancho de nuestro país.
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