(Sólo para compañeros de la profesión, amigos de la vida pueden abstenerse)
Publicado el 4/6/11, en Facebook por Laura Pitman, miembro de Encuentro Educativo B.A, un grupo de profesionales provenientes de la educación, que apoyan la candidatura de Daniel Filmus en la Ciudad.
En estos días vengo pensando mucho en este asunto del Pisa. La verdad es que estoy un poco cansada de la misma escena. Una y otra vez. Parece que los resultados nos aborchornan, nos hacen sentir… cómo les diré… un poco inútiles. Todo lo que hacemos no sirve porque nos toman prueba y nos va mal. Para colmo de males, ahora no podemos refugiarnos en la pobreza. Ahora se pone plata, mucha plata. Y nos sigue yendo mal. ¿Cómo puede ser?
Este es el punto en que los adoradores del resultadismo se frotan las manos y susurran (o gritan en Clarín): ¡Es que están haciendo todo mal! ¡Gestionan mal! Déjenme a mi! Dicho sea de paso, ya los dejamos, y ya comprobamos que criticar lo que hace otro no dice nada de nada acerca de lo que uno es capaz de hacer. Entonces acá hay algo que no cierra, acá hay algún malentendido.
Así que me puse a pensar en otro sector, el de la economía. La Argentina viene creciendo de modo inédito. Salimos del pozo con Néstor. Y cuando muchos de nosotros decíamos -por lo bajo- que aunque nunca habíamos tenido un gobierno mejor, era hora de empezar a redistribuir, vino Cristina. Y nos dejó todos, los que la apoyamos y los que no, con la boca abierta. Díganme la verdad ¿quien de nosotros creía hace unos años que la asignación universal era posible? Pero fue posible. Y así estamos ahora, orgullosos de estar creciendo y de que ese crecimiento sea, como dice la presidenta "para todos los argentinos".
Eso si, hay inflación. La oposición hace campaña con eso. Hace unos días me llegó un mail del impresentable ministro de Espacio Público porteño publicitando unas ferias barriales, que empezaba diciendo "Sabemos cuánto te cuesta llenar la heladera…". La inflación es un problema gravísimo, que afecta peor a los más débiles, pone de malhumor a la población y se come los esfuerzos del gobierno. Ahora bien, ¿A alguien se le ocurre pensar que la inflación se debe a que Economía gestiona mal? No. Tal vez porque la economía es tan importante, nos afecta tanto a todos, que tenemos allí una percepción más madura. Más madura quiere decir que tenemos claro que paraíso no hay, que hay costos que se pagan, que en la vida se elige en qué vereda se pone uno, y que no es gratis. Si hay crecimiento, hay inflación. Y si hay crecimiento redistributivo, siempre va a haber una parte corporativa del empresariado que resista. Y que colabore activamente con el aumento de precios. Porque el margen de rentabilidad se defiende con la vida (con la vida de los otros, claro). Pero ya los conocemos. Entonces, no nos hacemos los indignados, bancamos igual la política económica de este gobierno. Por eso, a pesar de que la inflación ha sido una experiencia tan amarga y destructiva para los argentinos, el pueblo va a votar un tercer mandato marca K, y la banca a la presidenta con ministro de economía y todo. ¿Se entiende?
Bueno, con la educación pasa lo mismo. Así como si hay crecimiento hay inflación, a mayor inclusión siempre los resultados siempre van a ser más bajos que si se apuesta a la selectividad. Esto es así, auque se invierta más. Es como las cremas para el cutis: la cara te queda igual, pero si no las usaras sería peor.
La cuestión es qué nos importa más. Especialmente, si se mantienen fijas las variables duras que marcan la calidad de la educación (por ejemplo, la cantidad de horas que los chicos que van a la escuela). Al incorporar más pibes al sistema, las notas de las pruebas bajan. Pretender lo contrario sería tan estúpido como hacer un currículum aplicando simultánemente criterios de extensión y profundidad. Una cosa es lo contrario de la otra y las dos juntas no se puede. Lo sabe cualquier estudiante de Educación si aprobó la materia Curriculum. Por supuesto, podemos ser el Haití de los años 80. En mis tiempos de ayudante de Política Educacional recuerdo haber visto un impresionante cuadro de eficiencia interna de la secundaria haitiana que era un tubo casi perfecto. Terminaban todos, pero entraba una escandalosa minoría. (Ya no es así). Ahora bien, si somos consistentes con el resto de las políticas sociales en curso, no queremos ser buenísimos a costa de dejar afuera a la mayoría. Y como con la inflación y el crecimiento, todo no se puede. El que dice que sí está vendiendo un buzón.
Afuera quiere decir afuera de la escuela pública, así las familias se matan por conseguir educación privada, confundiendo privado con bueno, o simplemente con “mejor elemento”. Entonces es el mercado el que hace negocio. Porque venderle educación barata a la clase media baja es un negoción. Quien no está dispuesto a pagar lo que no tiene si lo que está en juego es el futuro de sus hijos?
Miren, a mi no me importa cuáles son las intenciones de los adoradores del resultado. Lo único que me importa son los efectos (qué paradoja!) de sus acciones. Y el efecto del discurso de la obsesión por el pisa es el que acabo de describir. Las oficinas de evaluación de la calidad no se instalaron en el mundo y en nuestros países en cualquier momento histórico. Casualmente lo hicieron en los 90, cuando los vientos neoliberales arrasaban con todo, y el
Estado parecía persistir en declarar contra sí mismo. Y ahora van por más, no hay más que ver avance del capítulo educación en los TCL (Tratados de Libre Comercio).
Así que creo que tenemos que aprender de la experiencia y tener, en el sector educativo, serenidad y madurez para saber quiénes somos. Somos un país que hace pocos años zafó de las escuelas de tres turnos, las del pupitre caliente para los chicos más pobres. La enorme mayoría de nuestros pibes va cuatro horas al colegio en primaria y cinco en secundaria. Déjense de joder con el pisa. Qué estudio serio compara sin controlar las variables más elementales?
Es como si alguno comparara nuestro estándar de vida con el de Susana Giménez. Ella tiene una casa más grande, pero es porque la está podrida en guita, no porque gestiona mejor su salario.
Los pedagogos somos como una familia de 15 que vive en un ambiente y se la pasa colgando cuadritos para mejorar la casa. No hay manera, tenés que hacer cuatro piezas más. No me vengan con poner la escuela patas para arriba ni alterar la gramática escolar. Si nos cambian la gramática no vamos a poder armar una oración y tampoco sabemos qué efectos tendría. Animémonos a pensar que en una de esas podemos hacer las cuatro piezas. Ya sé que sale mucha guita, que hacer mil y pico de escuelas costó un montón. Que harían falta miles más para que los pibes argentinos vayan a la escuela de 9 a 15 como en los países ricos. Pero qué se yo, en los 90 creíamos que el salario docente no iba a levantar nunca, y que las huelgas eran la única defensa posible de la escuela pública. Y entonces vino Néstor y el primer día le preguntó a Daniel “¿Cuánto cuesta? La plata la tenés”. No sé. Ayer hablaba con un compañero que me preguntó cuánto cuestan las escuelas para la jornada extendida. Qué se yo! La cuenta es lo de menos, la gestionamos en un rato. Eso sería pensar en serio cómo se mejora la calidad. De paso digamos, que la calidad de la educación y la calidad de los aprendizajes no son lo mismo. La primera es condición necesaria de los segundos. Pero no hay que confundirla con una condición suficiente.
Así que creo, queridos amigos, que el malentendido está en dejar que nos tomen prueba. Y en permitir que un chanta nos tome el programa de 4° cuando estamos en 2°. Y en no animarnos a pensar en serio las cuatro piezas que tenemos que hacer. Capaz que es un delirio, capaz que hacemos la cuenta y no da. Pero para eso tengo dos comentarios.
El primero es que si la cuenta no da, si concluimos que no podemos, al menos estaremos en condiciones de escuchar con más serenidad que nos fue mal en la prueba de los ricos, para seguir estudiando tranquilos, sin volvernos locos porque la maestra ciruela nos levanta el dedo, o porque Etelvina levanta la mano para que se note lo burros que somos.
El segundo es que si la cuenta da mucho, es imposible. Pero no he conocido un gobierno con más capacidad de pensar lo imposible que éste. ¿Por qué no aprovechamos y le soplamos -nosotros también- al oído? Hace un rato me llegó un mail del FCE anunciando un seminario sobre Psicoanálisis, retórica y política con Laclau y Jorge Aleman. Miren lo que dice el anuncio: Cuanto más tratamos de ceñir lo humano a lo racional, lo político al mero juego institucional, lo social a la pura acción comunicativa, más intensamente se demuestra lo imposible en el núcleo de estas configuraciones. Hoy queremos pensaren lo imposible, pero lo imposible no como impotencia sino como causa. Porque por esa imposibilidad es que hay inconsciente, porque la sociedad es imposible es que hay política y es por eso también que hay narrativas.
En fin, una última cosa y no los aburro más. (Escribir es un embole. Los que lleva dos páginas me hubiera llevado cinco minutos verbales). La última cosa es que si alguno me va a contestar en nombre de la inclusión con calidad, que no se moleste. De eso trabajo. Y de eso trabajan los que llamo compañeros. Pero ese es tema para otro –¿improbable?- día.
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