Violencia genera el patético collage de imágenes que hicieron circular algunos medios tratando de instalar que los cientos de maestros que estábamos el viernes frente a la legislatura éramos vándalos tratando de asaltar un edificio público.
Violencia produce también el hecho de nunca tener un micrófono ni una cámara de nuestro lado para mostrar y contar cómo realmente se dieron las cosas: Los maestros permanecimos toda la mañana fuera del edificio esperando la reunión de las comisiones, a la que sí entraron como público decenas de funcionarios macristas. Estábamos sobre la puerta de Diagonal Norte cuando la seguridad abrió las puertas invitando al engaño. Algunos pocos maestros entraron y fueron recibidos a los palos.
Las imágenes que circularon fueron la de los maestros que durante menos de un minuto intentaron en vano que estos matones a sueldo cerraran las puertas, viendo como los compañeros que estaban adentro eran golpeados.
Qué violento es saber y no poder decir que las caras de esos maestros que conocemos de ponerle el cuerpo a la escuela todos los días para hacerla mejor quedaron impresas en la retina de la sociedad con el título de “violentos”.
Violento es que un muy reconocido director de escuela aún continúe internado y no se anime a hacer la denuncia por miedo a represalias.
Violentos son los golpes que recibimos otra vez los maestros en la imagen y en el cuerpo.
Violentas son también las declaraciones del Ministro de Educación de la Nación que en nada se distingue del porteño cuando intenta descalificar a los docentes que adhieren a una medida según él ilegítima porque “hay un derecho anterior al de los docentes y es el derecho de los alumnos.” (Aunque nada debería sorprendernos de un funcionario estatal que ha elegido la escuela privada para que eduque a sus hijos. Menos nos sorprenderemos al saber que en una ocasión, cuando la maestra de ellos se ha valido del derecho de huelga, papá ministro le ha respondido con un recurso de amparo.)
Ante tanta violencia con micrófono no podemos quedarnos callados.
No podemos continuar dando clases como si nada pasara hasta que nos demos cuenta que en nuestra escuela se llevaron hasta el pizarrón.
Tenemos que seguir luchando por una educación que sea para todos y cada vez más para todos, por nuestro derecho a ser elegidos por mérito y por el derecho de los chicos de tener los maestros que se merecen.
Debemos salir a gritar por todos lados nuestra verdad para que a todos les quede bien clarito que entre tanta noticia injusta y mentirosa no somos nosotros, los maestros, los que ejercemos la violencia.
Mariana Álvarez, maestra de la Escuela N° 13 DE 7°
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